Cuando “más grasa” no significa “mejor”: la otra cara de las dietas altas en grasas

Cuando “más grasa” no significa “mejor”: la otra cara de las dietas altas en grasas

En los últimos años, muchas corrientes nutricionales han proclamado que las grasas son la solución a casi todos los problemas metabólicos: más saciedad, menos picos de glucosa, mejor control del apetito, más estabilidad energética.
Y aunque las grasas cumplen funciones esenciales —son parte de las membranas celulares, regulan hormonas, transportan vitaminas, modulan inflamación— la narrativa de que “cuanta más grasa, mejor” ha terminado simplificando una realidad mucho más compleja.

El cuerpo femenino no reacciona igual en todos sus sistemas. Y uno de los sistemas que más acusa un exceso de grasa en la dieta es el digestivo, especialmente cuando existe acidez, gastritis o esofagitis.

La grasa no es neutra: es química, energía y… ácidos

A diferencia de los carbohidratos o las proteínas, las grasas están formadas por ácidos grasos. Su propio nombre lo indica: son moléculas con un extremo ácido.
Cuando se consumen en altas cantidades, requieren más bilis, más enzimas, más tiempo de digestión y más actividad gástrica. Y en personas con mucosa sensible o inflamación previa, esto puede convertirse en un detonante.

No es raro que mujeres que aumentan mucho la grasa —sobre todo en protocolos cetogénicos o muy low-carb— reporten:

  • acidez

  • pesadez estomacal

  • reflujo

  • gastritis reactiva

  • empeoramiento de una esofagitis ya existente

  • náuseas después de comidas ricas en grasa

No es un problema psicológico ni una “mala adaptación”: es fisiología digestiva.

¿Por qué las dietas altas en grasa pueden empeorar la acidez o el reflujo?

La explicación no es mágica: es bioquímica.

1. Las grasas retrasan el vaciado gástrico

Cuanta más grasa tiene una comida, más lento sale del estómago.
Un estómago lleno durante demasiado tiempo incrementa la presión y favorece la subida del contenido ácido hacia el esófago.

2. Estimulan la liberación de colecistoquinina

La colecistoquinina relaja el esfínter esofágico inferior.
Si ese esfínter se relaja, el ácido sube con más facilidad.

3. Actúan como desencadenantes en personas con inflamación de mucosa

La gastritis, la esofagitis y el reflujo no son solo “ácido”: son mucosa dañada.
Cuando la capacidad digestiva está reducida, los alimentos más complejos de descomponer —como las grasas— generan irritación secundaria.

4. No todas las grasas se metabolizan igual

Grasas saturadas en exceso, fritos, aceites rehechos o grasas trans pueden amplificar la inflamación local y alterar la digestión, mientras que otras, como el aceite de oliva, se toleran mejor.
Pero incluso grasas saludables, en exceso, pueden ser un problema cuando la mucosa está inflamada.

Cuando una dieta alta en grasas desregula más que regula

Muchas mujeres empiezan este tipo de dietas buscando energía estable, pérdida de peso o mejor control del azúcar en sangre.
Pero si hay acidez recurrente, gastritis, esofagitis, reflujo, hiato o digestiones lentas, el resultado suele ser el contrario:

  • más inflamación digestiva

  • peor absorción de nutrientes

  • aumento del cortisol por malestar

  • peor calidad del sueño

  • empeoramiento del reflujo nocturno

  • más náuseas o pesadez posprandial

La grasa no está mal. Lo que está mal es pensar que es inocua en todas las personas y en todos los contextos.

El cuerpo digestivo también necesita seguridad, no extremos

La digestión es un acto de vulnerabilidad fisiológica: el cuerpo abre, absorbe, descompone, expone tejidos.
Y cuando hay mucosa sensible, lo que necesita es calma, no estrés digestivo.

Para muchas mujeres, lo óptimo no es una dieta alta en grasas, sino:

  • una proporción moderada

  • grasas de buena calidad

  • combinadas con carbohidratos suficientes

  • evitando ayunos prolongados si hay reflujo

  • priorizando cocciones suaves

  • y ajustando cantidades según tolerancia

La nutrición no es un dogma, es un diálogo con el cuerpo.
Y si el cuerpo te habla con acidez, con presión, con ardor… es una señal.
Una señal de que no necesita más grasa: necesita protección, digestión suave, mejorar mucosa, regular inflamación y reconstruir equilibrio.

No todas las modas son para todas las fisiologías

Las dietas altas en grasa funcionan maravillosamente en algunos cuerpos.
En otros, abren un cuadro digestivo que antes no existía.

La clave no es eliminar grasas, ni temerlas, sino entender cuándo y cuánto.
Y sobre todo, entender que la salud no se construye en extremos, sino en decisiones que no dañen el sistema más vulnerable del cuerpo en ese momento.

Cuando el sistema digestivo está inflamado, la prioridad no es quemar grasa:
es sanar la mucosa, reducir acidez, ajustar proporciones y devolver al cuerpo la sensación de seguridad interna que siempre precede a la verdadera mejora metabólica.

¿Y si empezamos hoy?

Si te sientes perdida y necesitas orientación déjate guiar por una profesional. Estoy disponible para orientarte. Escríbeme cuando lo necesites.

Ivonne 

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