Dolor menstrual: La señal más precisa de que el cuerpo está pidiendo una revisión interna

Dolor menstrual: La señal más precisa de que el cuerpo está pidiendo una revisión interna

El dolor menstrual es uno de los síntomas más normalizados en la salud femenina. Durante décadas, se ha repetido la idea de que “es parte del ciclo” o que “algunas mujeres simplemente son más sensibles”. Sin embargo, desde una perspectiva fisiológica, el dolor menstrual no es un capricho del cuerpo: es una señal de activación inflamatoria.
Es una llamada. Una forma precisa y profundamente biológica de decir: algo en este sistema necesita revisión, regulación o reparación.

La dismenorrea no surge porque sí. Siempre tiene una causa, y entenderla es la base para tratarla con respeto, rigor y resultados reales.

El exceso de estrógenos: cuando la inflamación se amplifica

Los estrógenos cumplen funciones esenciales en el ciclo menstrual, pero cuando se encuentran elevados en relación con la progesterona —lo que llamamos dominancia estrogénica— pueden aumentar de forma notable la producción de prostaglandinas inflamatorias (especialmente las PGE2 y PGF2α).
Estas moléculas son responsables de las contracciones uterinas intensas que generan dolor, presión pélvica y cólicos.

A nivel bioquímico, un exceso de estrógenos activa rutas metabólicas proinflamatorias, incrementa el estrés oxidativo y dificulta la correcta resolución de la inflamación, un proceso regulado por mediadores especializados como resolvinas y protectinas.
Cuando la inflamación no se resuelve, los tejidos pélvicos permanecen más reactivos y sensibles, aumentando la percepción del dolor durante la menstruación.

Patologías pélvicas inflamatorias: endometriosis, adenomiosis y más

La dismenorrea puede ser también la manifestación clínica de una patología inflamatoria crónica. La endometriosis, la adenomiosis y otros cuadros ginecológicos generan un entorno pélvico donde las citocinas inflamatorias circulan de forma constante, sensibilizando los nervios y haciendo que la menstruación sea dolorosa incluso desde los primeros días del ciclo.

En estos casos, el dolor menstrual no es un síntoma aislado, sino la expresión periférica de un proceso inflamatorio profundo que afecta tejidos, fascia, nervios y órganos del entorno pélvico.

El eje intestino–útero: cuando la inflamación empieza lejos de la pelvis

Una de las razones por las que la dismenorrea se malinterpreta tanto es que no siempre proviene del aparato reproductor.
El intestino, con su red inmune y su enorme superficie de interacción con el entorno externo, puede convertirse en un origen silencioso de inflamación sistémica.

Patologías digestivas como colitis ulcerosa, enfermedad de Crohn, SIBO o una disbiosis moderada pueden aumentar la producción de citocinas proinflamatorias. Estas moléculas no se quedan en el intestino: viajan por el sistema circulatorio y actúan sobre tejidos distantes, incluidos los órganos pélvicos.

Incluso enfermedades localizadas en la parte alta del tubo digestivo, como la esofagitis eosinofílica, pueden aumentar el dolor menstrual mediante la liberación sostenida de interleucinas, TNF-alfa y otras citocinas que sensibilizan nervios y amplifican la inflamación en todo el cuerpo.
Así, una mujer puede tener una mucosa esofágica inflamada y sentir un dolor menstrual incapacitante, sin que el foco original esté en la pelvis.

La biología trabaja en red. Y la inflamación también.

La dieta proinflamatoria y la dismenorrea: un vínculo directo

Cuando la alimentación se basa en ultraprocesados, grasas trans, exceso de azúcar, escasez de verduras y déficit de omega-3, se incrementa la producción interna de prostaglandinas proinflamatorias.
Esto altera la relación entre proinflamación y resolución, y convierte la menstruación en una fase especialmente dolorosa.

Un cuerpo inflamado por la dieta es un cuerpo que duele más.

Inactividad física: por qué aumenta el dolor menstrual

El movimiento regular aumenta la perfusión sanguínea, mejora la detoxificación hepática de estrógenos, favorece la producción de endorfinas y mantiene el tejido pélvico flexible y bien oxigenado.
La inactividad, por el contrario, reduce el flujo sanguíneo, enlentece el metabolismo de estrógenos y perpetúa la sensación de estancamiento pélvico que muchas mujeres identifican como dolor menstrual intenso.

Falta de sueño: un amplificador del dolor y la inflamación

Dormir poco o mal aumenta el cortisol, incrementa la sensibilidad al dolor y altera la modulación inflamatoria. La privación de sueño disminuye la respuesta parasimpática, eleva interleucinas proinflamatorias y reduce la capacidad del cuerpo para reparar mucosas y tejidos.
El resultado es un cuerpo más reactivo, más fatigado y más sensible durante la menstruación.

El papel del omega-3: mediadores de resolución

Los omega-3 (EPA y DHA) son precursores de resolvinas y protectinas, moléculas especializadas que modulan la inflamación y aceleran su resolución.
Diversos estudios muestran que suplementar omega-3 reduce significativamente el dolor menstrual al:

  • disminuir prostaglandinas proinflamatorias

  • mejorar la elasticidad de tejidos

  • modular la respuesta inmunitaria

  • favorecer la síntesis de mediadores pro-resolutivos

Para muchas mujeres, los omega-3 son uno de los recursos más eficientes y fisiológicos para disminuir la intensidad del dolor.

Magnesio: relajación muscular y menos contracciones dolorosas

El magnesio actúa como relajante muscular natural y modula la excitabilidad neuromuscular.
Durante la menstruación, el útero se contrae para expulsar el endometrio; cuando hay inflamación, estas contracciones se vuelven más intensas y dolorosas.

Las sales de magnesio más útiles según tolerancia suelen ser:

  • bisglicinato, para mejora neuromuscular y buena tolerancia digestiva

  • citrato, cuando además se necesita mejorar el tránsito

  • malato, útil para energía mitocondrial y dolor muscular

Un magnesio bien elegido reduce espasmos, calma el tejido pélvico y disminuye el dolor.

Microbiota: el origen silencioso

La microbiota intestinal regula:

  • metabolismo de estrógenos (estrogenoma)

  • producción de serotonina

  • integridad de la barrera intestinal

  • inflamación sistémica

  • sensibilidad al dolor

Tratarla implica evaluar mediante pruebas, utilizar suplementos herbáceos cuando es necesario, reducir sobrecrecimiento bacteriano si existe, incorporar prebióticos adecuados y diseñar una alimentación que module inflamación y mejore la diversidad microbiana.
Cuando la microbiota mejora, el dolor menstrual también lo hace.

No todo es nutrición: la importancia de descartar patologías

El abordaje integrativo tiene una regla básica: siempre descartar patologías.
La evaluación médica ginecológica, digestiva o inmunológica es esencial cuando el dolor es persistente, incapacitante o cambia de patrón.
El cuerpo es una red compleja, y un síntoma puede tener un origen inesperado.

Un buen profesional debe valorar:

  • endometriosis

  • adenomiosis

  • miomas

  • patologías digestivas inflamatorias

  • enfermedades autoinmunes

  • disbiosis severas

  • intolerancias alimentarias

  • problemas hepáticos o tiroideos

  • inflamación sistémica de origen desconocido

El dolor menstrual no se trata tapándolo, sino entendiendo su causa.

Dismenorrea: la señal más honesta del cuerpo

El dolor menstrual no llega para castigarte.
Llega para avisarte.
Para pedirte que mires con más profundidad.
Para recordarte que la biología siempre habla, incluso cuando llevamos años silenciando sus mensajes.

La dismenorrea es, en realidad, una oportunidad para descubrir qué necesita tu cuerpo para volver al equilibrio: menos inflamación, mejor microbiota, mejores hábitos, más movimiento, más descanso, diagnóstico adecuado o una nutrición que trabaje a favor de la fisiología.

El cuerpo no se equivoca.
Solo pide coherencia.

Si te sientes perdida y necesitas orientación déjate guiar por una profesional. Estoy disponible para orientarte. Escríbeme cuando lo necesites.

Ivonne 

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