Durante años, la nutrición se ha movido entre polos rígidos: o comer muy bajo en carbohidratos, o seguir dietas altas en ellos; o centrarse en calorías, o ignorarlas por completo. Pero el cuerpo femenino no vive en extremos. Se regula en la zona intermedia donde existe una señal que, a nivel biológico, es sinónimo de salud: la flexibilidad metabólica.
La flexibilidad metabólica es la capacidad del organismo para usar glucosa o grasa según la demanda. Es un mecanismo adaptativo, elegante, profundamente humano. Un cuerpo flexible no entra en pánico ante un ayuno puntual ni se bloquea después de una comida más rica en hidratos; simplemente cambia de vía metabólica. Cuando esta flexibilidad falta, aparece la fatiga, la rigidez energética, la inflamación silenciosa y una relación más frágil con el apetito y el estado hormonal.
Lo importante es que esta flexibilidad no se recupera eliminando carbohidratos sin más, sino restaurando las rutas bioquímicas que permiten oxidar grasas de manera eficiente.
La oxidación de grasas no depende solo de la dieta, sino del entorno celular
Para muchas mujeres, el problema no es comer carbohidratos, sino que las vías que deberían oxidar lípidos funcionan de manera lenta o ineficiente. Esto puede deberse a resistencia a la insulina, a un entorno oxidativo desfavorable, o incluso a variantes genéticas en genes como PPAR-gamma o FTO, que reducen la capacidad de activar la beta-oxidación.
Aquí es donde la nutrición funcional aporta matices: antes de pedirle al cuerpo que "queme grasa", tenemos que optimizar su maquinaria enzimática.
Antioxidantes como la N-acetilcisteína y la coenzima Q10 reducen el estrés oxidativo que frena estas rutas.
Cofactores como las vitaminas del grupo B y el magnesio permiten que las enzimas que transforman los ácidos grasos en energía funcionen con fluidez.
Y si existe resistencia a la insulina, es imprescindible corregirla, porque es una de las señales que más bloquea la flexibilidad metabólica en mujeres.
Una dieta baja en carbohidratos puede ser útil, pero solo funciona bien cuando el entorno mitocondrial está preparado para responder.
Carbohidratos: el punto de equilibrio importa más que la restricción
Muchos protocolos proponen bajar los carbohidratos a 50 gramos al día para reactivar la flexibilidad. Sin embargo, esta cifra no es un absoluto universal. En mujeres, la relación entre carbohidratos y salud hormonal es delicada. El eje hipotálamo-ovario necesita señales de disponibilidad energética y un aporte suficiente de glucosa para fabricar hormonas, mantener la ovulación y sostener el ciclo menstrual.
Por eso, fuera del embarazo, un rango de 100 a 150 gramos de carbohidratos al día resulta óptimo para la mayoría: suficiente para sostener función tiroidea y ritmo ovulatorio, sin caer en excesos que dificulten la sensibilidad a la insulina.
Para fertilidad o embarazo, las cifras cambian: no se recomienda bajar tanto. Lo fisiológico es mantener alrededor de 100 gramos en fertilidad y cerca de 170 gramos diarios durante el embarazo, etapa en la que las necesidades metabólicas aumentan de forma significativa.
La nutrición no puede ignorar la biología. Y la biología femenina no prospera en la escasez extrema.
¿Cómo sabemos que estamos recuperando flexibilidad metabólica?
Más allá de medir cuerpos cetónicos o mirar gráficos, el cuerpo habla. Y cuando recupera flexibilidad metabólica, las señales son claras:
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energía estable durante el día
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menos antojos
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menos hambre urgente o frecuente
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peso corporal más estable
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mente más calmada y mayor estabilidad emocional
Son señales de seguridad interna. De que el metabolismo vuelve a confiar.
Un protocolo posible para restaurar la flexibilidad
La flexibilidad metabólica no se fuerza: se construye. Este es un esquema integrativo que resume los pilares clave:
Evaluación
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Identificar si existe resistencia a la insulina, ya que condiciona todo el proceso.
Alimentación
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En casos específicos, mantener máximo 50 g de carbohidratos para reactivar la oxidación de grasas.
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Para la mayoría de mujeres, ajustar a 100–150 g diarios según su contexto, etapa vital y salud hormonal.
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Mantener normocaloría o un ligero déficit si es necesario.
Optimización enzimática
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Asegurar cofactores metabólicos: vitaminas del grupo B, magnesio, CoQ10, N-acetilcisteína.
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Crear un entorno celular que permita que las enzimas que oxidan grasas funcionen sin fricción.
Señales de éxito
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Energía estable.
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Hambre regulada.
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Menos antojos.
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Mayor capacidad para alternar entre glucosa y grasa sin síntomas de fatiga.
La flexibilidad no es una dieta, es una forma de seguridad interna
La verdadera flexibilidad metabólica no aparece cuando castigamos al cuerpo con restricciones, sino cuando lo llevamos a un punto donde tiene recursos para elegir. Donde la energía fluye sin rigidez. Donde el hambre deja de ser alarmante y vuelve a ser una señal fisiológica natural.
Un metabolismo flexible es un cuerpo que se siente seguro. Y un cuerpo seguro es un cuerpo que puede ovular, descansar, reparar, construir músculo, sostener un embarazo o simplemente vivir sin agotamiento constante.
La nutrición, cuando se entiende desde la fisiología y no desde la culpa, no controla: acompaña. Y en ese acompañamiento, el metabolismo encuentra de nuevo su ritmo natural.
¿Y si empezamos hoy?
Si te sientes perdida y necesitas orientación déjate guiar por una profesional. Estoy disponible para orientarte. Escríbeme cuando lo necesites.
Ivonne ♡
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